EI segundo libro de Julio Villar es también el dietario de un hombre mezclandose con la naturaleza, pero aqui su punto de observacion es la tierra. Villar cruza las vastas llanuras, contempla las altas soledades pirenaicas cubiertas de nieve, se si ente libre y alegre como el tordo que se para un momento a su lado. Esa intimidad con la naturaleza solitaria tiene otra vertiente: la observacion del fenomeno, creciente y dramatico, de la despoblacion de las alquerias y los lugarejos de la montana. El autor, que camina un poco al azar, como un vagabundo -su barba y su larga cabellera infunden sospechas y atraen consejos-, se cobija en casas abandonadas, donde todavia halla apero~ de labranza, vasijas de barro cocido, una rueca de hilar ... Es testigo doliente del desvanectmiento de la vida humana y a veces le parece oir pasos en la calleja de un pueblo desierto. El don poético de este observador tan sensible le inspira inolvidables imagenes. Las pinceladas liricas de Julio Villar recuerdan mas de una vez la poesia de William Blake. Como el gran preromantico inglés, sabe admirar la belleza de realidades minusculas y la compar.a con la hermosura de las majestuosas maravillas del Cosmos: «Una arafia lanza su seda al viento. Yo pienso que lo que estoy viendo es algo tan grande como el paso por el firmamento de un pIaneta errante.»
Data pubblicazione
01/01/1988